Dicen que el que calla otorga... así que yo no me quiero arriesgar demasiado.

martes, 8 de enero de 2013

Trayectos

A veces el azul del agua es capaz de reflejar la mayor de las sinceridades. La timidez, y la fuerza al mismo tiempo. Las palabras calladas. Puede absorber sin nunca jamás ahogar a nadie. 
Aunque los ojos sean los de un completo desconocido.

lunes, 7 de enero de 2013

Entradita

Muy fan de las frases con doble sentido, de las palabras con diminutivos, y de la gente que es tan tonta como yo, y se ríe con cosas como esas por largo que haya sido el día.
Muy fan de la gente que se enamora de cada día.

Amigos mudos

Estaba harta de preguntas. De ausencias presentes y de presencias ausentes. Ese cerebro suyo parecía un periodista barato.
Pero mirar a la pared siempre le tranquilizaba. Gris. Como ausente de color. Como diciendo: "puedes cerrar los ojos y ponerme el color que te dé la gana". Como señalando unas páginas vacías que pedían a gritos que alguien escribiese palabras en ellas. Y las fotos en blanco y negro parecían estar de acuerdo. Al verlas, sabes que podrían ser de cualquier momento. Sabes que tienen un color que tú mismo eliminaste. Y el esfuerzo de recordarlo, de acordarte del azul de aquel cielo, o del verde de aquella hierba, merece la pena. Sí, puestos a hablar de cosas que quizás nadie lea, los colores no son un mal tema. 
Merece la pena como tantas otras cosas.
El micrófono parecía haberse roto. 

-¿Te pasa algo?
-De todo y de nada.
Y con una risa leve y un guiño coqueto a la pared, marchó sin oír nada esta vez. ¿Un guiño coqueto a su propia persona? 

sábado, 5 de enero de 2013

Gustos primos

Me privan los abrazos espontáneos que atrapan como una red. Los niños que te sonríen por la calle disparando ilusión. Tapar mi cabeza con las sábanas después de un día de mierda. Descubrir música nueva y escucharla hasta que se desvanezca. Sentir como el agua caliente me retiene. Ver llover siempre que las gotas impacten en hierba. Gritar cuando consigo algo. Pegar fotos en la pared. Cambiar las cosas de sitio. Escribir cosas que no vienen a cuento.
Es... como... magia. ¿Sabéis que se pueden sumar infinitas cosas y que el resultado sea... ¿1?
Es... como... magia.

Somos pequeños, mis pequeños

Estoy segura de que no soy la única que sube al autobús y se piensa que todos los habitantes en él le miran pasar y saben de dónde viene y a dónde va. Que siente como el objeto con el que ciertos desconocidos practican miradas asesinas por la calle. Que interpreta palabras como quiere cuando ni si quiera se dirigen a ella. Que se pone un calcetín de cada color y por el camino siente que todo el mundo mira y ríe. Que para en un semáforo y tiene la sensación de que cada coche controla un movimiento, un pestañeo. Que piensa que es la única persona en el mundo que no duerme por dar vueltas con cabeza y cuerpo.
Pues no sé vosotros, resto de la población, pero yo luego veo una foto del universo, se me pasa, y soy feliz en mi desapercibida y discreta locura.

¡Pasajeros al tren!

Somos pasajeros de un tren que no sabe cómo seguir las vías, de un autobús que peligra de quedarse sin gasolina, de una bicileta con la cadena rota, de un coche con la batería agotada, viajeros en un mundo empeñado en empujarnos para que bajemos en la siguiente parada. ¿Qué se cree?

Pues seguiremos andando, sacad las botas del armario amigos, queda mucho camino por recorrer. En el barro nos revolcaremos como niños manchándonos hasta el carnet de identidad, para que nadie sepa quién somos en realidad, porque no somos nadie en realidad, porque no valemos nada en relidad. 

Pasajeros, solo pasajeros. Los charcos los saltaremos con la inocencia que ello merece. Los ríos los cruzaremos y navegaremos en una tabla de siete maderas, una por día de la semana, semana por semana, siete si hacen falta. Saltaremos los árboles de uno a otro, hasta que la risa se fusione con el grito. Y la tierra la recorreremos andando, con un dolor de pies que será tabú, una mochila llena de vacío, y unos pelos locos. 

Cantaremos hasta que los pájaros nos entiendan y deseen contestarnos, y bailaremos como gotas de agua. Transparentes, bellas, silenciosas, rítmicas, naturales. Iremos de la mano para no perdernos y sí tener conectadas las alegrías y los miedos. Y disfrutaremos de la Naturaleza, y le diremos al mundo que esta no es nuestra parada, pero que podemos bajar si lo desesa. Y seguir a nuestro ritmo, que somos capaces de todo. Y arreglaremos el tren si hace falta, y... y... y...

... y... mierda, el despertador.

Biografía multiusos

Sí. Quizás me mate el nerviosismo, la indecisión. Me caigo bastantes veces, me tropiezo, pero intento mantenerme en pie. A lo mejor me lo tomo todo muy en serio. Una cosa mala a veces me tapa cien buenas. Quizás a veces incluso me paso de payasa. No me veo capaz de algunas cosas, y me emparanoio con otras tantas. Soy rara, sí en muchos aspectos. Me gustan cosas diferentes a mucha gente, y a veces eso a lo mejor me perjudica. No sé decir no. Quizás me pase de conformista. No soporto la lentitud, el griterío y la aglomeración. Me cansa la gente hipócrita. Pero ante todo, sé que al fin y al cabo hay que afrontar todo, lo bueno y lo malo. No todo puede ser de color de rosa. Pero al final todo debería llegar, la vida no es tan injusta. Uno tiene sus defectos y situaciones, y hay que saber jugar la partida que te ha tocado. 

Cada uno es cómo es, y cada uno es especial. Siempre se dice que hay que saber valorar lo bueno de uno mismo, y por supuesto es muy cierto. Pero si juntas lo bueno y también lo malo, se junta todo lo que te hace ser tú, lo que te hace ser diferente. Diferente… pero al fin y al cabo, siempre habrá alguien parecido a ti. Nadie está solo =)

Tutorial de búsqueda

Soplaba el viento como si ese fuese el último día en el universo. El cielo lleno de hojas que parecían huir. La calle vacía de gente que parecía huir.  

Y en ese rincón despiadado, entre árboles secos y tímidos rayos de sol, sentada en un banco que parecía mordido por el tiempo, estaba ella. Esa persona que injustamente no era ídolo de nadie, ni de sí misma. Esa persona que, sin embargo, con los ojos cerrados reía creyendo que sus melenas volaban al viento porque era la gran protagonista de la película que pronto todos mataríamos por ver.

Esa persona que fue corriendo a buscar ese banco y esa sensación a la vez que  leía estas líneas. Y solo hay una manera de que eso pueda ocurrir, el banco no puede andar muy lejos.

Tic, tac, tic, tac...

Rotos y descosidos

Hay cosas incomprensibles.

No siempre son a qué huelen las nubes o qué mierdas está pasando aquí. A veces son simplemente sensaciones que no sabes por qué puerta han entrado. Voces que salen de ti y no reconoces como propias.

A veces son un simple algo que aunque no debería sorprender, una caja con lacito que gusta tener en la estantería. Un jarrón feo que no sabes dónde poner.

Son simplemente mañanas que te despiertas con ganas de desayuno en la cama y te conformas con una galleta sentada en el sofá.  Noches de frío en las que ningún transeúnte aleatorio te presta su americana. Las películas mienten como descosidos. Descosidos que desencadenan el fin.

Son simplemente noches que duermes, bailando, tranquilamente. Al son de vete a saber qué.

Idioteces capicúas

Es muy frustrante jugar a las siete diferencias y no poder dar con la solución.

Pero más frustrante es la gente que ni siquiera se para a intentarlo.

¿Qué diferencia un día de mierda de un día bueno? Quizá la presencia el día del diluvio universal. Hay quien se tuvo que llevar paraguas de casa. Hay quién ni siquiera lo encontró, y sigue mojado en la calle sin nadie que le preste su chaqueta.
Encontrarme gente por la calle que se cree normal, me fascina. Es entretenido al fin y al cabo. Por eso debe de comprar tanta gente el periódico por las mañanas.

Es muy frustrante jugar a las siete diferencias y no poder dar con la solución.

¿Años?

Sí, años, años. Y cuándo se acaba un día... ¿qué? Nos quedamos tan tranquilos. Como si no nos fuese la vida en ello. Como si tuviésemos vida.

No hacemos balance entonces, no interesa. Vale más olvidar los “no puedo” que hemos pensado a lo largo del día. Guardarlos en un cajón tirando la llave. Hasta que un día se abra y pensemos “por qué cojones no cambiaría aquel día de opinión”. Y nos queremos acordar solo de esa sonrisa que hemos arrancado. O que, pensamos que hemos arrancado. Y nos tapamos los oídos cuando ese diablito del hombro nos dice que hay que trabajar duro para que eso siga ocurriendo. 

Preferimos dormir. Porque en la noche, la cabeza se sube a la noria y no baja. Te atasca, te rasca, te saca, te placa. El viento parece hablar, y las guitarras suenan solas y desafinadas. Con los ojos cerrados todo parece más bonito, pero así jamás sabremos si estamos escribiendo en línea recta. Así jamás veremos después si hicimos lo correcto. Si tiramos la confianza en uno mismo a la basura, o la guardamos debajo del colchón, como si de oro se tratase. Con los ojos cerrados no podremos sentirnos como unos niños despiertos cual día. Jamás. Jamá. Jam. Ja. ¡JA JA JA JA! NO.

No, esto no es un monólogo. Una voz en vuestra cabeza debería haber estado hablando también. Y si no lo ha hecho, es porque está preparando un método para que jamás durmáis antes de tiempo.